Lo que va de Boston a Bogotá
Por: SAÚL HERNÁNDEZ BOLÍVAR | El Tiempo
7:41 p.m. | 22 de Abril del 2013
Saúl Hernández Bolívar
Sí, complacerse por la captura de un criminal, en vez de
entenderlo y perdonarlo, y hasta someterse a sus designios es de bárbaros; de manos
negras, rufianes, tiburones...
Dos hermanos musulmanes detonan un par de bombas caseras en
una calle de una ciudad gringa, asesinan a tres personas y hieren a 180 y se
produce una reacción atroz. El guerrerista Obama, enemigo de la paz mundial, promete
capturar a los inocentes muchachos negándoles, de plano, su derecho bien ganado
a ocupar un par de curules en el Congreso de los Estados Unidos y a
convertirse, algún día, en alcaldes de Boston o Nueva York.
Pero la reacción de la sociedad norteamericana fue peor. En
vez de hacer nutridísimas marchas por la paz, de esas de 50.000 paniaguados,
para darle a Obama el mandato de perdonar a esos chiquillos inquietos, se
comportaron como fieras vengativas, llenas de odio y sed de sangre, que
revisaron cada foto y cada video para identificar a los autores de ese acto de
‘protesta’. Entre miles hicieron el trabajo que a la Policía le habría tomado
días, y luego esta mandó un ejército a las calles a cazar a un par de jóvenes
solos, hambrientos y casi ciegos, como le consta al obispo de Cali.
Razón tiene José Fernando Isaza al decir (en Hora 20) que fue
una reacción desmesurada. Sí, sin duda. Es mejor, a todas luces, la reacción
tardía de nuestras autoridades o la facilidad con la que muchos jueces declaran
ilegal una captura. Poner los derechos de los victimarios por encima del
lloriqueo de las víctimas nos coloca a la vanguardia de la civilidad.
En cambio, lo de Boston pasó de ser cooperación con las
autoridades a simple complicidad criminal. La Policía asesinó al joven Tamerlán
Tsarnáev. Luego asediaron por horas a su hermano menor en vez de permitir que
alguna ONG lo sacara del área rumbo a Chechenia, como debió hacerse. Lo más
aberrante fue ver a los norteamericanos jubilosos, agitando sus banderas, coreando
el nombre de su país y aplaudiendo a sus autoridades, como en esa época aciaga
en la que los colombianos salíamos libremente por las carreteras y saludábamos
a los soldados, quienes nos respondían levantando el pulgar.
Sí, complacerse por la captura de un criminal, en vez de
entenderlo y perdonarlo, y hasta someterse a sus designios es de bárbaros; de
manos negras, rufianes, tiburones... Es propio de un procuragodo cavernario y
mefistofélico como el tal Ordóñez, que no entiende la profundidad conceptual y
la avanzada de las tesis del fiscal general Montealegre, para quien el aplicar
una justicia maximalista provocará enorme impunidad por el colapso de la
(in)capacidad institucional ante la incontable cantidad de desmanes que las
Farc han cometido en los últimos 60 años.
Claro que las Farc no han cometido delitos de lesa humanidad,
mucho menos su cúpula, que, sentada, tomando whisky, no se entera de nada. Qué
van a ser delitos graves poner minas antipersonales, reclutar menores,
desplazar campesinos, arrasar pueblos con cilindros bomba, dinamitar torres de
energía y oleoductos, hacer secuestros al por mayor y al detal, tener campos de
concentración, hacer ataques dinamiteros y sicariales selectivos, fusilar al
personal desobediente hasta por comerse sin permiso una yuca, tener esclavas
sexuales, obligar a las embarazadas a abortar... ¡Lo que el gran Montealegre
descubrió es que, si cerramos los ojos, los crímenes desaparecen! Así no hay
impunidad. Como premio para el jurista, cuatro años en la Fiscalía y la Cruz de
Bojayá. No importa que haya que remplazar el cóndor del escudo por una
avestruz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario