¿Perdón y Olvido?
Nota introductoria del General Carlos Quiroga
¿Se le olvida al gobierno, a los militares y a la gente, tan
pronto? Así, nos convertimos en validadores de las atrocidades cometidas por
las farc y pasan a ser ahora elegibles para ocupar cargos públicos y de elección
popular otorgados por el estado y no pagar un solo día de cárcel, como lo dijo
el fiscal, y nos comparamos a ellos y aceptamos lo que el Comandante General
llamó la simetría jurídica, es decir, avalamos que a las farc les den impunidad
para que los militares injustamente investigados y condenados reciban
beneficios jurídicos. No estoy de acuerdo.
Ceder en esto es una ofensa a las víctimas, a nuestros
soldados y ciudadanos caídos en cumplimiento
de su deber, masacrados, asesinados, mutilados, secuestrados,
extorsionados, desplazados por más de 50 años.
Alguien se preguntara:
¿entonces los dejamos podrir en la cárcel mientras a las farc los perdonan? No.
Los militares injustamente condenados deben salir inmediatamente de las cárceles,
los militares condenados en razón y causa del conflicto deben ser perdonados y
salir de las cárceles, los procesos en curso deben pasar a la justicia penal
militar, todo proceso por hechos del conflicto debe pasar a la justicia penal
militar, fuero militar completo. Eso hay que exigirle al gobierno y al Estado.
Esas deben ser nuestras condiciones para la paz, no menos. Las otras propuestas
que rondan en el ambiente es una entrega del estamento militar a nuestro
enemigo y en el futuro, a los vengadores.
¿Los que atacaron al Estado y a los colombianos no fueron las
farc?
La participación política
de las farc debe ser producto de la generosidad del Estado después de haber
pagado por sus delitos, no con penas simbólicas, sino penas reales y efectivas.
EL OTRO
GENOCIDIO
Por FRANCISCO SANTOS | Publicado el 21 de abril de 2013
Genocidio. Delito internacional que comprende cualquiera de
los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso.
Estamos acostumbrados a oír en escenarios nacionales e
internacionales la queja, hasta de las Farc, del genocidio en contra de la
Unión Patriótica, un partido político surgido del seno de esta organización
guerrillera como parte de las conversaciones de paz con Belisario Betancur a
principios de los 80. Pero nadie habla de otro genocidio en contra de un grupo
político idéntico, los esperanzados, que surge de los acuerdos de paz de
principios de los 90.
Ahora que estamos hablando otra vez de paz, de verdad, de
justicia, de víctimas y de reparación vale la pena recordar este triste
episodio de nuestra historia que quiere ser enterrado, pues uno de sus
protagonistas es "Iván Márquez", negociador de las Farc.
Urabá 1991. El grupo guerrillero EPL se desmoviliza, le
apuesta a la paz y crea su grupo de acción política cuyo fuerte está en esa
región de Antioquia. Con gran ascendiente en el sindicato bananero,
Sintrainagro, decide armar tolda aparte de la combinación de las formas de
lucha de las Farc y enfrentar el poder político de la UP que tenía entonces
tres de los cuatro alcaldes del eje bananero.
Comienza la masacre. Las Farc, para evitar el fin de su
hegemonía construida a punta de plomo y política decide, ante lo que considera
la traición de sus antiguos compañeros de armas, asesinan de manera sistemática
a los dirigentes políticos y los líderes sindicales y comunales de los llamados
esperanzados pues el Ejército Popular de Liberación se había convertido en la
organización política Esperanza, Paz y Libertad.
Luego de una de las tomas de Currulao a finales de 1992, las
Farc les dieron 15 días a los esperanzados para salir de la zona bananera.
Obvio, estos no aceptaron tan gentil invitación. Ahí comenzó el genocidio.
Finca La Mora, 5 trabajadores asesinados. Finca La Popola, dos masacres con 7
muertos. Entre 1992 y el año 2000 las Farc cometieron 28 masacres en Urabá, 24
de ellas en el eje bananero. Así dejaron 800 muertos.
La estrategia de terror no se quedó ahí. Con los asesinatos
selectivos las Farc trataron de descabezar los cuadros políticos. Así, en enero
del 93 asesinan al presidente del sindicato, Alirio Guevara. Uno de tantos
dirigentes sindicales que caían en esa lucha desarmada contra el estalinismo
armado y político de las Farc.
La persecución era implacable. Y en enero de 1994, después de
un acto político en el barrio obrero de Apartadó con dos de los líderes más
representativos de los esperanzados, Darío Fajardo y Aníbal Palacio, se da la
masacre de La Chinita que deja un saldo de 35 muertos.
Los esperanzados no podían vivir en sus casas y hasta los
hoteles donde se habían refugiado los fueron a buscar. En febrero de 1997
pusieron un carrobomba en el hotel Pescador, donde vivían muchos de los líderes
de este grupo ya diezmado.
Esta historia, que hay que reivindicar, hace parte de la
violencia de las Farc que el gobierno y el Fiscal quieren enterrar. Es claro
que a este grupo guerrillero no le interesa la verdad o las víctimas. Está en
su ADN como organización.
Lo que es inaceptable es que "Iván Márquez",
comandante de ese bloque enviado a la zona para recuperar el Urabá, no pague
por su responsabilidad en un claro genocidio que en cualquier parte del mundo,
menos acá en Colombia, según lo dicho por el Fiscal General de la Nación
Eduardo Montealegre, es considerado un delito de lesa humanidad. Pero duele,
más aún, que el Presidente Santos y Montealegre sean sus cómplices.
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