UNA REFORMA SOSPECHOSA
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María Isabel Rueda
Ministro Esguerra: retire usted esa reforma, antes de que terminemos dándonos golpes de pecho por haber restablecido el Ministerio de Justicia.
Ministro Esguerra: retire usted esta reforma de la justicia. Y le voy a decir por qué: para que le evite esta gran frustración al país.
Porque estamos a bordo de una reforma que no está montada sobre el chasis de una profunda meditación acerca de las causas de la crisis de la justicia. Aquí no ha habido previamente una sinceración, como requisito indispensable para saber a dónde queremos llegar en la manera como se imparte justicia.
¿Acaso nos hemos preguntado a qué se debe su ineficacia? ¿A qué se debe su morosidad? ¿A qué se debe su congestión? ¿A qué se debe su decaimiento?
En lugar de esas preguntas, aquí lo que ha habido es un acuerdo subterráneo entre las cortes, el Congreso y el Gobierno, fraguado detrás de un biombo de Palacio, para negociar de manera tripartita unos puntos de honor que permitan sacar avanti esta reforma a como dé lugar, no importa si es a costa de los cambios que verdaderamente necesita el país.
Y como parte de esa negociación, se salva el Consejo Superior de la Judicatura, con unos cambios que degenerarán en un ente peor que el Consejo Nacional de Televisión. Se les amplía en cuatro años, hasta doce, el período a los actuales magistrados. No se les quitan las facultades electoreras a las cortes. Y a la Suprema se le permite sostener la farsa de que la doble instancia del juzgamiento a los congresistas se puede surtir entre sus propios magistrados, que funcionan bajo el aberrante "pacto de caballeros" de votar unánimemente las decisiones de su sala penal. ¿Qué tipo de doble instancia puede salir de eso?
Pero la negociación no incluye la solución de ninguno de los siguientes gravísimos diagnósticos: que la justicia en Colombia se politizó. Se corrompió. Aquí no hay una política criminal. Y que como no la hay, en Colombia nos gobierna una inseguridad jurídica apabullante, por cuenta de que la Constitución, las leyes, los códigos, las penas y los delitos se cambian permanentemente. Todo el tiempo estamos improvisando. Es decir que la justicia en Colombia está convertida en una colcha de retazos. Esta reforma de la justicia, ministro Esguerra, será un retazo más.
Ministro: retire usted esta reforma, porque lo poco que tiene de positiva es mínimo, comparado con sus gigantes omisiones y sus equivocados diagnósticos.
¿Qué tipo de reforma es la que queremos hacer para salvar la justicia de este país? ¿Una constitucional, que cambie el modelo creado por la Constitución del 91? ¿Una legal, con medidas temporales para descongestionar la justicia? ¿Será que más bien hay que descargar de trabajo a la Fiscalía, desconcentrando el monopolio de la acción penal? ¿O será que debemos comenzar por recuperar el nivel ético de abogados y funcionarios judiciales?
Pero, sobre todo, Ministro, este no es un Congreso con la libertad de espíritu suficiente para producir una reforma de la justicia, con la independencia necesaria para acertar.
El único espacio que tienen para legislar los congresistas en esta reforma es el que les permite darle gusto a su juez natural, la Corte Suprema, que no quiere que le quiten sus funciones electorales. No veo al primer parlamentario capaz de pararse a decir que a la Corte Suprema hay que despolitizarla. Y mucho menos para reclamar una verdadera doble instancia, por miedo a que mañana a ese parlamentario lo destituya la Corte, con razón o sin ella. En esas condiciones, el contenido de esta reforma de la justicia es extraordinariamente sospechoso.
¿Y cómo van a juzgar en adelante los magistrados a quienes tan generosamente les alargaron el período? Esta no es una reforma consensuada, como nos la han querido vender. Es una reforma negociada.
Ministro Esguerra: retire usted esa reforma, antes de que terminemos dándonos golpes de pecho por haber restablecido el Ministerio de Justicia.
¡SE ME OLVIDA! Julio Mario Mario Santo Domingo insertó la empresa colombiana en la economía mundial.
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