martes, 18 de octubre de 2011

La inseguridad jurídica

Del desengaño a la rabia

Cristina De Toro R. | Medellín | Publicado el 13 de octubre de 2011

En cuanto al tema de la aprobación, en primer debate, de la reforma a la justicia, prometida desde su campaña por el presidente Juan Manuel Santos, no se sabe qué fue más desconcertante: si el engaño o la manera en que fuimos subestimados los colombianos.

Porque haber tardado un año, con la disculpa de que se estaba discutiendo y elaborando una verdadera reforma de fondo, una "reforma estructural a la justicia", para salir luego con una modificación que no es más que un paquete de medidas que, no solamente no resuelve el preocupante panorama en que se encuentra sumida nuestra justicia, sino que, por el contrario, lo que hace es aumentar y proteger las prerrogativas de las altas cortes y de los congresistas, es un grosero engaño.

Para muestra una sarta de botones: no se eliminó el Consejo Superior de la Judicatura (eliminación que se convirtió en razón para la dichosa reforma) y, más bien, se lo favoreció.

Se ha extendido cuatro años el período de los omnipotentes magistrados de las altas cortes (de 8 a 12 años) y se les aumentó la edad de retiro forzoso en cinco años (de 65 a 70 años).

No se modificó la facultad que tienen los togados para intervenir en la elección de Fiscal, Contralor y Procurador, lo que significa que sigue campante su politización.
No se crearon herramientas para atacar la impunidad, pero en cambio, se da más dinero del presupuesto judicial, a los sufridos y orondos magistrados, etc.

Ahora bien, lo que es francamente descarado es que el presidente Juan Manuel Santos, intentando defender ese esperpento de los centenares de críticas que le han caído encima, se hubiera puesto a exaltar las bondades del consenso y lo calificara como "ejemplo maravilloso de coherencia y armonía entre las distintas instituciones del Estado", en las que "no hubo vencedores".

Los colombianos no somos tan bobos como para no darnos cuenta de cómo fue que se repartieron la torta de privilegios de la reforma judicial, en la que cada quien sacó su mejor tajada y por eso no hubo vencedores pero sí, un vencido, el eterno perdedor: el pueblo colombiano, ese que diariamente padece, de una u otra manera, la inoperancia del aparato judicial.

Como nos damos cuenta también de que una reforma estructural y profunda de la rama judicial no será posible mediante el armonioso consenso (con el que el actual gobierno pretende resolver todos los problemas), mientras los mismos integrantes de la rama que debe ser intervenida sean quienes tracen las directrices y, por supuesto, inclinen la balanza hacia lo que les convenga.

Nos tocará, por lo pronto, seguir padeciendo esta infame dictadura del cartel de las togas.

Si la reconciliación del presidente Juan Manuel Santos con su "nuevo mejor amigo", el presidente venezolano, Hugo Chávez, y el haberle cambiado la terna para que la Corte Suprema de Justicia le nombrara un Fiscal General de la Nación en propiedad, me habían hecho pasar del desconcierto al desengaño, ahora es su notoria falta de carácter (pantalones) para resolver problemas la que me ha hecho pasar del desengaño a la rabia.

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/D/del_desengano_a_la_rabia/del_desengano_a_la_rabia.asp?CodSeccion=219

No hay comentarios.: