"Texto de la carta de la
Contralora Sandra Morelli a la opinión pública"
Fuente: Circulación por internet
La Contralora General de la
República de Colombia se permite informar a la opinión pública que no existía
en el pasado absolutamente ninguna enemistad personal con el señor Eduardo
Montealegre Lynett. Que precisamente en la emisora La W tuve ocasión de precisar
que el legítimo ejercicio de la profesión de abogado no puede ser estigmatizado
refiriéndose al mandato que detentó de una EPS. De la misma manera, siendo ya
Contralora quise buscar espacios de encuentro con el Fiscal para lograr niveles
de cooperación interinstitucional satisfactorios, a la vez que le solicité que
no obstaculizara las investigaciones de la salud.
La reacción descomedida y
pública contra la persona de la Contralora, incrementada por su condición de
mujer, hubiera merecido algo más de respeto e incluso un pensamiento del jefe
del Estado de cara a llamar a la cordura en ese momento.
Hay un evento relacionado con
el acto de desagravio al señor Sigifredo López por parte del señor Fiscal. Para
quien lo quiera consultar, fue en la FM de RCN, entrevista en la que el doctor
Eduardo Montealegre Lynett se refirió con desprecio a la persona de la
Contralora descalificándola incluso desde el punto de vista académico y
profesional.
La señora Contralora no se ha
referido en esos términos nunca a la persona del señor Fiscal General de la
Nación.
De manera hábil se le ha
querido hacer entender tanto a la opinión pública como a los medios de
comunicación y a los demás estamentos estatales, que la señora Contralora actúa
subjetiva, arbitraria y emotivamente. La condición de mujer facilita estas
expresiones por condiciones culturales atávicas, que hacen que ese enfoque
resulte fácilmente aceptado.
Sin embargo, es mi deber hacer
absoluta claridad sobre el hecho de que lo que viene sucediendo aquí es una
sistemática actuación coordinada desde la Fiscalía con el apoyo de algunos
generadores de opinión y empresarios, no solamente del sector salud, así como
de líderes políticos con intereses patrimoniales espurios, para frenar la
actuación de la Contraloría General de la República en varias investigaciones
pero por sobre todo en aquella que concierne a Saludcoop.
La Contralora General de la
República no hubiera recusado nunca al señor Fiscal General y al Vicefiscal, si no tuviera copiosas pruebas
de la existencia de un interés no legítimo. Llama poderosamente la
atención que los altos dignatarios del Estado frente a la estrategia de
desprestigio de una de esta institución ninguno se hubiese pronunciado y por el
contrario hubiesen guardado silencio.
Sorprende igualmente que
cuando se afirma que la Contralora está siendo investigada internacionalmente
por lavado de activos por haber hecho un negocio con quien nunca hizo un
negocio, nada tengan que decir las autoridades de este país. Ninguno reacciona
y a pesar de habérseles informado de la gravedad de los hechos, finalmente se
pronuncian cuando se recurre a los caminos que la ley colombiana prevé para
garantizar que sus decisiones y las de los altos funcionarios del Estado
pertenecientes a la rama judicial estén dentro de los cauces jurídicos. Debo eso si reconocer la firmeza
del cuerpo de la Policía Nacional y del Ejército de Colombia que a pesar de
haber sido involucrados en una historia muy perversa de seguimientos ilegales,
han continuado diligentemente apoyándonos tanto a mi como a los funcionarios de
la entidad.
Aquí no se están pidiendo
fueros imaginarios ni especiales para eludir responsabilidades. Se está
pidiendo un investigador objetivo e imparcial que no tenga ni haya tenido
relación con ninguno de los investigados o sancionados por la Contraloría
General de la República y que no haya recibido cifras realmente
desproporcionadas, si se comparan con las que ordinariamente son los muy jugosos honorarios
de abogados de altísimas calidades intelectuales, como seguramente lo es Luis
Eduardo Montealegre, tienen todo el derecho a percibirlos.
Es que lo que no puede suceder
en un estado con el grado de desarrollo institucional que en buena hora detenta
el colombiano, es que no se cumplan las decisiones del Procurador General de la
Nación, que se aplace el cumplimiento de las decisiones del Consejo de Estado
proferidas en Sala Plena y finalmente, que se haga caso omiso de las órdenes
perentorias de la Corte Constitucional, todas dirigidas a asegurar el cumplimiento
de la Constitución y la ley en materia de salud de los colombianos. Todas estas
autoridades lo mismo que la Contraloría han coincidido luego de un riguroso
examen probatorio en la existencia de la defraudación al erario público por vía
de la acción de algunos actores de la salud.
Circunstancias tan adversas como las actuales no me han
impedido cumplir con mis deberes constitucionales, entre otras razones, porque
lo que está en juego no es nada distinto que el derecho humano de los
colombianos a la vida y el derecho humano de los colombianos a la salud. No es
un capricho personal y no es una mera diferencia con otro alto funcionario del
Estado.
El acervo probatorio que la Contraloría ha arrimado a su
solicitud de cara a tener un fiscal ad hoc independiente e imparcial permitirá,
sin lugar a dudas, que las instancias responsables se pronuncien como manda la
Constitución y la ley para que esta servidora pueda seguir respondiéndole a la
justicia penal como lo ha venido haciendo desde el primer día de su posesión,
habiendo podido demostrar su inocencia y habiendo podido aclarar situaciones en
nueve casos que se archivaron, aunque uno se reabrió sin haberse notificado esa
decisión.
Por el contrario, utilizar las
vías legales para exigir condiciones de imparcialidad y objetividad que me
permitan a mí y a los demás funcionarios de la Contraloría General de la
República, finiquitar nuestras actuaciones procesales, se considera por las
máximas instancias estatales impertinente y bochornoso, de cara a la opinión
pública. La Contralora General de la República, agradece la atención que se le
prestó al asunto, pero insiste en darle curso al camino que ella ya activó,
toda vez que ese es el orden jurídico establecido para este tipo de
circunstancias que sin lugar a dudas no dejan de ser muy lamentables. Esa y
ninguna otra es la manera de preservar la institucionalidad.
Se preserva también la institucionalidad cuanto sale un
fallo con una interpretación excluyendo el control fiscal para los aforados sin
que la Contraloría General de la República haya podido identificar claramente
el sustento. No obstante ello no significa que no se haya sometido de
manera inmediata a ese fallo de tutela. La Corte Constitucional, si opta por
escoger esta decisión, habría de precisarnos su alcance. Una vez ese fallo se
produzca resulta conveniente que la instancia prevista constitucionalmente para
ello, esto es una reforma constitucional, dimensione la normatividad de lo
establecido en lo que falló la tutela.
Lo nuevo en la configuración
constitucional que en consecuencia podría tener la Contraloría no puede
llevarnos a suponer que haber actuado hasta el momento en que se produjo ese
fallo, acatando mandatos constitucionales y legales y atenidos al juicio de
conformidad que en cada caso profirieron el Consejo de Estado, la Corte
Constitucional y el Consejo de Estado, se transmuta en vías de hecho,
arbitrarías y abusivas, susceptibles de reproche penal.
El inconformismo con el actuar
de la Contraloría General de la República bien podría ser canalizado a través
de la forma como en una democracia se satisfacen los intereses legítimos, es el
de la reforma constitucional para que el foro democrático pueda pronunciarse
con la legitimidad requerida. La preocupación para que la institucionalidad no se vea afectada de
cuenta de la decisión de la Contralora General de la República de exigir
proceso justo, con todo respeto bajo ninguna perspectiva constituye ruptura,
desconocimiento, o abuso del orden jurídico.
El grado de desarrollo de una
democracia fundada en la lógica del Estado constitucional de derecho, sin lugar
a dudas se mide por la capacidad de sus instituciones de garantizar por los
canales legítimos preestablecidos en el orden jurídico, la garantía efectiva de
los derechos humanos.
El respeto que en el contexto
mundial de naciones civilizadas ha venido consolidando Colombia por las buenas
gestiones en este gobierno del presidente Juan Manuel Santos se fundamenta en
todo caso en una sólida tradición civilista liderada por las cortes judiciales
garantes convencidas de la supremacía de los derechos humanos. Sus
pronunciamientos sobre el debido proceso como herramienta concreta para la
vigencia efectiva del Estado de derecho son ya incontables.
Y qué decir de la sentencia T 760 del 2004 en donde la
Corte Constitucional, identificó como un estado de cosas inconstitucional el
inadecuado funcionamiento y la corrupción que se ha apoderado del sistema
General de Seguridad Social. Precisamente las actuaciones en el área de salud que la Contraloría
viene adelantando no son una obsesión personal, no son un capricho, no se
alimentan de ninguna animadversión al Fiscal General de la Nación. Son más de
780 procesos en curso sin contar con las decisiones archivadas por pago que
arrojan resultados superiores a los $ 800.000 millones de pesos.
Saludcoop es un caso más de
los que lleva la Contraloría. No obstante ha sido de particular interés en el
90% de las actuaciones que ha adelantado la Fiscalía, pues a pesar de aplicarse
a decir que se trata de investigar los hechos relacionados con el arriendo del
edificio e identificar si se han interceptado ilegalmente llamadas telefónicas
o se han hecho seguimientos ilegales de acuerdo a lo denunciado por Cecilia
Orozco y el abogado Ramiro Bejarano, se ha aprovechado para pedir el acervo
probatorio que concierne a Saludcoop y se pregunta sobre actuaciones de dicha
investigación requiriendo si se obedece a supuestas órdenes de la señora
Contralora. Igualmente se cuestiona sobre los aumentos de sueldo y los encargos
ordinariamente realizados en la institución, igualmente sobre la invitación
informal que hice a mi casa a almorzar a los funcionarios investigados. En
resumen, han sido más de 274 visitas de la Fiscalía a esta institución desde
febrero de este año.
Adicionalmente la dimensión de la razón por la cual no
confiamos en la objetividad de ese organismo, radica en el hecho de que la
Contralora ha sido citada a conciliar con Ramiro Bejarano, con cercanía
públicamente conocida con el señor Fiscal, abogado que ha sido
protagonista de calumnias, vejámenes y demás estrategias para mermarme moral y
emocionalmente de una forma tal a la que nunca ha sido sometida un alto
funcionario del estado colombiano. Con eficiencia inusitada también se atendió
la denuncia en mi contra y fui citada inclusive a conciliar a la localidad de
Suba.
Reducir esta problemática a
diferencias personales entre dos abogados podría tener además el efecto de
menospreciar los riesgos de seguridad de la señora Contralora, de su pequeño
hijo y de su madre. Algunos incluso confían que en esto se solucione por la vía
de mi dimisión.
Diferencias personales son una presentación simplista del
problema subyacente para con quien se ha empeñado en preservar tanto los
derechos humanos de los colombianos como mi derecho legítimo al debido proceso.
Y la institucionalidad colombiana opta por la vía simplista de llamar a la
cordura en presencia de semejante problemática, como si fuera un problema
personal¡¡¡¡. Muy seguramente no conoce la situación que aquí se ha narrado.
La afectación de la
institucionalidad como consecuencia de episodios desafortunados y desagradables
que han tenido lugar entre un ente investigador perteneciente a la rama
judicial, cual es la Fiscalía, y el máximo organismo de control fiscal que
dirijo, deberían presentarse. Así hube de manifestarlo al jefe de Estado, al
menos en dos ocasiones, no sin antes precisar que obviamente las
investigaciones en mi contra deberían seguir su curso.
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