miércoles, 3 de octubre de 2012

El proceso de paz en Colombia 2012

Ya llegó la hora

Autor: Fernando Londoño Hoyos
Fuente: La Patria
Fecha: 02/10/2012

Nos vamos todos para Oslo. Algunos han hecho la maleta de buen grado, otros la llevan llena de intenciones pérfidas, aunque habrá de decirse para su descargo que nada encubiertas, y a unos cuantos, que por casualidad formamos la inmensa mayoría de colombianos, nos tienen en el barco con nada de entusiasmo, sin nuestra anuencia y muy sabedores de lo que será el fin de la novela. Mas nada importa. El mundo entero saluda con cañonazos de entusiasmo a estos exploradores de la paz.

No se han tomado la primera foto, y después de ríos de tinta y babas empiezan a notarse las fisuras, las dudas, las molestias, y la toma de precauciones. Nada nuevo encontrará en estas líneas, caro lector. Solo aspiramos en ellas a unir verdades conocidas de modo que su engarce permita ver el collar completo.

Le habrá llamado su atención que los expedicionarios no se hayan hecho a la vela sin buscar los culpables del naufragio. Cuántos hemos cometido la irreverencia de recordar que cosas parecidas, realmente idénticas se han hecho muchas veces, y que siempre, después de inmensos costos terminaron en estruendosos fracasos, hemos sido condenados como enemigos de la paz. Lo que significa que el fracaso previsible ya tiene culpables. Que es mucho tener. Porque semejantes locuras sin responsabilidad propia, sino ajena, representan mucha ganancia para el que las hace.

Si algo malo pasa, ya tenemos el consuelo de que será sin costo. Lo que significa que el paseo será gratis. Y al fin y al cabo un puñado de billetes, cuando tenemos tantos, son muy poca cosa para semejante espectáculo tan lindo, tan animado, tan aplaudido. Por supuesto que el presidente no lo dice porque sí. Es porque vale la pena aquello de curarse en salud.

Los hombres de las Farc siguen en lo suyo. Vale decir que en aquella cómoda posición de recibir mucho a cambio de nada y declarar, ante los suyos, que van por la victoria; y ante los demás, el Gobierno y los tontarrones de sus gobernados, que no se trata de hacer paces, sino de cambiar el país. Para amoldarlo, bien se sabe, a su evangelio marxista leninista.

"El Médico" ya advirtió que para que la cosa valga la pena, supondrá siquiera cinco reformas agrarias. Ellos, tan amantes del campo, quieren, en primer lugar, sus tierritas. Que nadie se las toque. Y en segundo lugar las tierritas de los demás. La cuestión estaba clara desde el documento de La Habana, que quedó tan mal redactado, como entreguista y claudicante. ¿Quién podría llamarse a engaño?

También le dijeron al presidente que si quiere hablar de paz será al precio de sus Tratados de Libre Comercio. Vaya incomodidad. Esas declaraciones salen cuando en Nueva York el presidente hablaba de uno nuevo, con el Japón. Es que son impertinentes esos chicos de la guerrilla.

De cárcel para estos secuestradores, asesinos, terroristas, reclutadores de niños, violadores de niñas y mujeres, sembradores de minas, asaltantes de pueblos, ni hablar. Ya el presidente le dijo a la CNN que no pretendía ponerlos de rodillas ni obligarlos a entregar las armas y apuntarse a unos años de cárcel. Y lo dijo exactamente cuando un mamertazo internacional, un tal Fisas, nos decía que paz sin indulto no conjuga. Lo que significa indispensable una "salida política" al conflicto, que es en lo que las Farc insisten hace 50 años. Salida que es la más de sencilla. Porque se trata, solo, de entregarles el poder. Sería el colmo que no quisiéramos una dictadura de proletariado, después de ver lo bien que la han pasado los cubanos y ahora los venezolanos soportando las suyas.

Santos sabe que no le vamos a tolerar estas insensateces, estos abusos, estas cobardías. Este es un pueblo libre, que no aceptará cadenas. Ni porque traigan la bendición de De La Calle, de Sergio Jaramillo y del doctor Eder. Nos tememos que hasta Luis Carlos Villegas, y sin duda el general Mora se bajarán oportunamente de ese bus. Primera escala en Oslo. Segunda, en La Habana. La tercera, tal vez en los infiernos. ¿No lo cree, lector amable?


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