Chávez y la
paz colombiana
Por: Darío Acevedo Carmona
Fuente: El Espectador
La formación del poder político
bajo el procedimiento democrático está lejos de ser un tema cerrado y
totalmente agotado.
La democracia es tan abierta que en
muchos países sus enemigos totalitarios usan y abusan de su generosa apertura
para luego aplicarle cerrojos y estrecharla hasta la anulación. Lo que acaba de
suceder en Venezuela con la elección de Hugo Chávez Frías es un claro ejemplo
de cómo atropellar la democracia desde dentro y presentarse como defensor de la
misma. Después de haber intentado acceder al poder por medio del golpe de
estado en 1992, Chávez lo alcanzó por vía electoral y por la misma vía se ha
sostenido en él. ¿Pero, se puede admitir que esa es condición suficiente para
sostener que Chávez es un demócrata y que en Venezuela reina la democracia?
Casos documentados brinda la
historia acerca de cómo proyectos y caudillos dictatoriales se hicieron al
poder por medios electorales. Desde Luis Bonaparte que luego de triunfar por
sufragio universal convocó un plebiscito en 1851 para anularlo y proclamarse
emperador de Francia, situación que Marx aprovechó para lanzar su famosa frase
de que la historia se repite como tragedia o como comedia en su texto “El 18
brumario de Luis Bonaparte” al comparar a este con su tío Napoleón. El
experimento de este personaje llevó a acuñar el término “bonapartismo” para
caracterizar a aquellos gobernantes que usan la democracia y las elecciones que
luego anulan para convertirse en dictadores.
Lenin, a su manera y con la idea de
implantar el comunismo, orientó desde la biblia de los comunistas rusos el “Qué
hacer”, la tesis de aprovechar la democracia burguesa, que detestaba, como medio
para llegar a las masas y preparar la insurrección para instaurar la dictadura
del proletariado.
En octubre de 1917 al frente de un
partido pequeño pero disciplinado tomó el poder y luego en una encarnizada
guerra civil eliminó a todos los partidos desde los zaristas hasta los
republicanos, liberales, socialdemócratas y marxistas reformistas. El fallido
experimento soviético se sostuvo por métodos represivos y elecciones en las que
“participaba” el 99.99% de la población, hasta 1991. Similar proceder usaron
los dictadores de extrema derecha, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania.
Ambos triunfaron en elecciones y convocaron y manipularon sus resultados para
legitimar sus proyectos racistas, xenófobos y ultranacionalistas con los que
derramaron la sangre de millones de víctimas.
De modo que, elecciones por
montones, como las que han tenido lugar en la Venezuela chavista, que
despiertan la admiración delirante de poetas y de no pocos liberales, no
remiten necesariamente a una democracia. Allí donde el gobernante controla los
demás poderes, la libertad de prensa, exorbitantes sumas de petrodólares para
repartir entre la población que es tratada, así, como súbdita, donde se halaga
a las tropas con prebendas y se las politiza para que dejen a un lado su misión
constitucional, entre otras prácticas innombrables, no puede hablarse,
seriamente, de una democracia.
Lo que vendrá en los años
siguientes para la Región es la consolidación del proyecto bolivariano chavista
y la búsqueda de su extensión a los países aún renuentes. Sin embargo, la
pregunta obligada para Colombia es ¿de qué forma la victoria de Chávez incidirá
en nuestro destino, y, en particular, en las negociaciones de paz? Además de la
gratitud con Santos por reconocerle sus méritos en las negociaciones de paz,
considero que Chávez tiene dos caminos a seguir. De un lado, le conviene
mantener la presión sobre la guerrilla fariana para que llegue a un acuerdo con
Santos. Este acuerdo lo proyectaría como líder continental pacifista no
interesado en promover o expandir su proyecto a sangre y fuego y desvirtuaría
las sospechas de colaboración con las guerrillas.
En otra dirección, y en consonancia
con su contundente victoria, puede optar por mantener su apoyo a las
negociaciones pero sin presionar a la guerrilla a firmar a cualquier precio un
pacto de paz y simultáneamente apoyar con generosos recursos la formación de un
amplio movimiento de masas probolivariano en Colombia. A su favor cuenta con
avanzadas muy importantes como el grupo Marcha Patriótica que se está
posicionando como frente de batalla civil, también hay células prochavistas en
el Movimiento Bolivariano Colombiano. Los partidos comunistas, el legal y el
clandestino, y hasta el Polo Democrático, apoyan y simpatizan con el proyecto
que se propone, en el mediano plazo, transformar a Colombia, de actual piedra
en el zapato, en miembro del Alba y del socialismo bolivariano. Intelectuales y
políticos “progresistas” así como “personalidades democráticas” están a la
expectativa.
Esta última opción es la que mejor
encaja en la teoría leninista de la combinación de todas las formas de lucha y
es la que satisface a águilas y halcones de la insurgencia y de la izquierda
radical que no quieren deponer su voluntad de enrutar el país por el sendero
revolucionario. Un paso en esta dirección fue la semana de los indignados que
acaba de concluir con la convocatoria, fallida, de un paro nacional. La
proclama del Movimiento Continental Bolivariano expedida en el II encuentro
realizado en Quito (febrero de 2008) permite apreciar la solidaridad de los
socialistas bolivarianos con la causa colombiana.
En ella reafirmaron “La
necesidad de librar todos los combates… de emplear todas las formas de lucha
para cambiar el sistema: las luchas pacíficas y no pacíficas, las manifestaciones
cívicas, las insurgencias de las clases y sectores oprimidos…” y concluyeron
que “En este plano, el proceso colombiano asume una importancia singular, tanto
por su ubicación geoestratégica como por la confluencia de altos y nuevos
niveles de desarrollo político y militar en las fuerzas de cambio…(y) Se
convierte en el eslabón más próximo a una ruptura revolucionaria”. No es
difícil concluir, pues, que estamos en la mira del proyecto chavista y que las
negociaciones de paz pueden encajar en dicha estrategia.
Darío Acevedo Carmona
* Doctor en Historia y profesor
Titular Universidad Nacional de Colombia.
• Darío Acevedo Carmona |
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