martes, 23 de octubre de 2012

EL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA 2012



Autor:
 Darío Acevedo Carmona
Fuente: El Espectador, Bogotá
Fecha: 23/10/2012

Esta es una de las palabras que, al lado de, paz, reparación, verdad, justicia y perdón, estaremos escuchando con inusual frecuencia en estos días de negociación entre el gobierno colombiano y las Farc.


Es una palabra que tiene connotaciones individuales y colectivas, políticas, sentimentales y éticas. Requiere de mutuo acuerdo o compromiso entre dos o más partes y supone el reconocimiento de una agresión o daño producido entre ellas o por una de ellas a la otra.

En su más pura significación ética y política y por tanto, colectiva hay que reconocer que es una viejísima opción en la experiencia humana y que en el caso colombiano la hemos practicado más de una vez: federalistas con centralistas, bolivarianos con santanderistas, liberales y conservadores, guerrilleros y defensores del régimen constitucional. De manera pues, que, excluyo, adrede, toda referencia a reconciliaciones en un ámbito de menor alcance y a otras que son impensables como la que se podría dar con personas, grupos, dirigentes políticos o jefes militares que han causado grave y enorme daño a la humanidad en los que solo cabe el castigo penal. Tampoco procede la reconciliación con bandidos tipo Pablo Escobar o jefes mafiosos.

De la reconciliación en el conflicto armado colombiano hablaremos. En sentido político la reconciliación no consiste en una simple declaración de perdón, de ofrecimiento de disculpas y de hacer votos para evitar que se repitan los daños causados. Tampoco consiste en que los adversarios se den la mano o un abrazo ni mucho menos de que olviden o enmascaren las divergencias ideológicas o sus penas. Por el contrario, debe entenderse que a través de esa acción sublime no se está entrando en el campo de la utópica hermandad absoluta. Sin embargo, sería torpe desconocer que dicho acto exige renuncias explícitas. Los rivales, cada uno en la medida de sus responsabilidades, están conminados a renunciar al uso de las armas y de la violencia, a reconocer una sola institucionalidad a respetar el estado de derecho y la constitución y por tanto el monopolio de las armas por parte de las fuerzas armadas de la Nación. Es ahí donde comienza y se hace factible el acto de la reconciliación.

Las negociaciones en La Habana se vislumbran complicadas si tenemos en cuenta el nada conciliador discurso del jefe fariano Iván Márquez, que coincide con declaraciones previas de Rodrigo Granda y que por tanto, dan cuenta de una línea de pensamiento homogéneamente radical de las Farc. Presentarse como víctima, expresión del pueblo en armas, mantener postulados dogmáticos similares a los que expusieron en sus orígenes, como si nada hubiese cambiado en el mundo y en Colombia. Plantear que la paz solo será posible si se hace lo que ellos consideran justo. No realizar ninguna autocrítica, no hacer reconsideración de la lucha armada. Insistir en la condena al sistema, a los empresarios, a las instituciones, incluida la constitución del 91 y a la vez guardar silencio sobre los crímenes cometidos, sobre el secuestro, el reclutamiento de menores, las masacres, los daños a bienes civiles y públicos, creer que pueden alcanzar en la mesa lo que no en 50 años de alzamiento inútil, no constituye un buen augurio para hablar de paz con sensatez y con esperanza. El discurso de Márquez es una bofetada a las expectativas positivas que tenía gran parte de la opinión pública, de ahí la desilusión lógica que se vio en las encuestas.

Imposible no hacer un comentario sobre el discurso del jefe de la delegación oficial, Humberto de la Calle, en Oslo. Imperdonable la pobreza ideológica exhibida. Se limitó a enfatizar en aspectos procedimentales y metodológicos. Dejó de lado el debate político, con lo que el mensaje, ese sí ideológico y programático, que quedó para la opinión mundial, fue el de una guerrilla víctima de un estado criminal. Ni una palabra sobre el proceso de reformas políticas que se han puesto en marcha en el país en los últimos 30 años, ni una palabra sobre negociaciones exitosas entre guerrillas y gobiernos anteriores, ninguna defensa de las políticas estatales en materia de seguridad y derechos humanos. En cambio, con presteza inusual ofreció y sin que se lo pidieran, participación política a las guerrillas si firman la paz, haciendo omisión de los compromisos internacionales asumido por el país en materia de castigo por delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra que la impiden.

Si las guerrillas estuvieran de verdad interesadas en la paz deben aceptar cuanto antes los generosos ofrecimientos que les ha hecho el gobierno Santos y abandonar la exigencia de más concesiones. Se les ha dado reconocimiento político por ley, se ha adoptado una Ley Marco para la Paz a su medida, se les garantiza no ir a la cárcel, se les brinda garantías para participar en política. Muchas personas, con razones respetables, no están de acuerdo con esa benignidad, las víctimas de las guerrillas se sienten ofendidas. Sin embargo, creo que la inmensa mayoría de colombianos no tendríamos opción diferente a tragarnos estos sapos si hacen entrega de las armas, prometen resarcir el daño causado a las víctimas y contribuir a la verdad.

Hay un obstáculo en el camino de una reconciliación así entendida. Es la idea dominante en importantes y representativos círculos académicos, intelectuales, artísticos, literarios y hasta políticos tradicionales según la cual, llegó la hora de poner todo en consideración, de proceder, ahora sí, a realizar las reformas que rediman a la sociedad de la inequidad y la desigualdad o a refundar el Estado como dijeron Márquez y Granda. De esa forma les otorgan a las guerrillas, quiéranlo o no, un poder de representación que no tienen. Una cosa es reconocer la necesidad de reformas de justicia social y otra, ya muy perversa, es descargar esa bandera en manos de quienes no las han facilitado con sus acciones violentas. Pero, la idea de que la lucha armada está inspirada en causas objetivas merece crítica aparte.


martes, 16 de octubre de 2012

EL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA 2012


Chávez y la paz colombiana

Por: Darío Acevedo Carmona
Fuente: El Espectador

La formación del poder político bajo el procedimiento democrático está lejos de ser un tema cerrado y totalmente agotado.

La democracia es tan abierta que en muchos países sus enemigos totalitarios usan y abusan de su generosa apertura para luego aplicarle cerrojos y estrecharla hasta la anulación. Lo que acaba de suceder en Venezuela con la elección de Hugo Chávez Frías es un claro ejemplo de cómo atropellar la democracia desde dentro y presentarse como defensor de la misma. Después de haber intentado acceder al poder por medio del golpe de estado en 1992, Chávez lo alcanzó por vía electoral y por la misma vía se ha sostenido en él. ¿Pero, se puede admitir que esa es condición suficiente para sostener que Chávez es un demócrata y que en Venezuela reina la democracia?

Casos documentados brinda la historia acerca de cómo proyectos y caudillos dictatoriales se hicieron al poder por medios electorales. Desde Luis Bonaparte que luego de triunfar por sufragio universal convocó un plebiscito en 1851 para anularlo y proclamarse emperador de Francia, situación que Marx aprovechó para lanzar su famosa frase de que la historia se repite como tragedia o como comedia en su texto “El 18 brumario de Luis Bonaparte” al comparar a este con su tío Napoleón. El experimento de este personaje llevó a acuñar el término “bonapartismo” para caracterizar a aquellos gobernantes que usan la democracia y las elecciones que luego anulan para convertirse en dictadores.

Lenin, a su manera y con la idea de implantar el comunismo, orientó desde la biblia de los comunistas rusos el “Qué hacer”, la tesis de aprovechar la democracia burguesa, que detestaba, como medio para llegar a las masas y preparar la insurrección para instaurar la dictadura del proletariado.

En octubre de 1917 al frente de un partido pequeño pero disciplinado tomó el poder y luego en una encarnizada guerra civil eliminó a todos los partidos desde los zaristas hasta los republicanos, liberales, socialdemócratas y marxistas reformistas. El fallido experimento soviético se sostuvo por métodos represivos y elecciones en las que “participaba” el 99.99% de la población, hasta 1991. Similar proceder usaron los dictadores de extrema derecha, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania. Ambos triunfaron en elecciones y convocaron y manipularon sus resultados para legitimar sus proyectos racistas, xenófobos y ultranacionalistas con los que derramaron la sangre de millones de víctimas.

De modo que, elecciones por montones, como las que han tenido lugar en la Venezuela chavista, que despiertan la admiración delirante de poetas y de no pocos liberales, no remiten necesariamente a una democracia. Allí donde el gobernante controla los demás poderes, la libertad de prensa, exorbitantes sumas de petrodólares para repartir entre la población que es tratada, así, como súbdita, donde se halaga a las tropas con prebendas y se las politiza para que dejen a un lado su misión constitucional, entre otras prácticas innombrables, no puede hablarse, seriamente, de una democracia.

Lo que vendrá en los años siguientes para la Región es la consolidación del proyecto bolivariano chavista y la búsqueda de su extensión a los países aún renuentes. Sin embargo, la pregunta obligada para Colombia es ¿de qué forma la victoria de Chávez incidirá en nuestro destino, y, en particular, en las negociaciones de paz? Además de la gratitud con Santos por reconocerle sus méritos en las negociaciones de paz, considero que Chávez tiene dos caminos a seguir. De un lado, le conviene mantener la presión sobre la guerrilla fariana para que llegue a un acuerdo con Santos. Este acuerdo lo proyectaría como líder continental pacifista no interesado en promover o expandir su proyecto a sangre y fuego y desvirtuaría las sospechas de colaboración con las guerrillas.

En otra dirección, y en consonancia con su contundente victoria, puede optar por mantener su apoyo a las negociaciones pero sin presionar a la guerrilla a firmar a cualquier precio un pacto de paz y simultáneamente apoyar con generosos recursos la formación de un amplio movimiento de masas probolivariano en Colombia. A su favor cuenta con avanzadas muy importantes como el grupo Marcha Patriótica que se está posicionando como frente de batalla civil, también hay células prochavistas en el Movimiento Bolivariano Colombiano. Los partidos comunistas, el legal y el clandestino, y hasta el Polo Democrático, apoyan y simpatizan con el proyecto que se propone, en el mediano plazo, transformar a Colombia, de actual piedra en el zapato, en miembro del Alba y del socialismo bolivariano. Intelectuales y políticos “progresistas” así como “personalidades democráticas” están a la expectativa.

Esta última opción es la que mejor encaja en la teoría leninista de la combinación de todas las formas de lucha y es la que satisface a águilas y halcones de la insurgencia y de la izquierda radical que no quieren deponer su voluntad de enrutar el país por el sendero revolucionario. Un paso en esta dirección fue la semana de los indignados que acaba de concluir con la convocatoria, fallida, de un paro nacional. La proclama del Movimiento Continental Bolivariano expedida en el II encuentro realizado en Quito (febrero de 2008) permite apreciar la solidaridad de los socialistas bolivarianos con la causa colombiana. 

En ella reafirmaron “La necesidad de librar todos los combates… de emplear todas las formas de lucha para cambiar el sistema: las luchas pacíficas y no pacíficas, las manifestaciones cívicas, las insurgencias de las clases y sectores oprimidos…” y concluyeron que “En este plano, el proceso colombiano asume una importancia singular, tanto por su ubicación geoestratégica como por la confluencia de altos y nuevos niveles de desarrollo político y militar en las fuerzas de cambio…(y) Se convierte en el eslabón más próximo a una ruptura revolucionaria”. No es difícil concluir, pues, que estamos en la mira del proyecto chavista y que las negociaciones de paz pueden encajar en dicha estrategia.

Darío Acevedo Carmona
* Doctor en Historia y profesor Titular Universidad Nacional de Colombia.
•                     Darío Acevedo Carmona | Elespectador.com

PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA 2012


LA PAZ CON LAS FARC

No me cabe la menor duda de que  se acabará  el conflicto con las FARC. La guerrilla está cansada y  los  Colombianos también de oír malas noticias todos los días. Saber  que otros grupos armados  continúan  vigentes nos preocupa, pues la tarea de las FF.MM. y de Policía seguirán  atajando  a otros violentos .  En tal sentido habrá más  Soldados que morirán tristemente por defender lo que nos es muy  preciado.

No sé si estaré equivocado, pero ya las FARC dieron su gran paso: POLITIZARON EL CONFLICTO. Buscaban precisamente eso para incrustarse como AGENTES DEL GOBIERNO. Es lo  que  sucederá en las conversaciones así haya un MORA RANGEL  y un  NARANJO de por medio como representantes nuestros. Entre otras cosas lo que sí les interesará es la parte económica y la financiación de sus campañas para llegar  a su pregonado afán: LA TOMA DEL PODER. Desde luego que tendremos escoltas a su  disposición defendiendo sus vidas y sus ideas.

No soy ni mucho menos el indicado para presagiar el futuro de LA NACIÓN, pero téngalo muy seguro  que el SOCIALISMO del siglo XXI nos va a arropar. A mí me gusta ver la gente luchando por sus pequeñas cosas; lo que no quiero es que de pronto los arrasen con lo que a brazo partido han conseguido. Proseguiría  diciendo  que el futuro de nosotros no  está en el pueblo  sino en manos  de gobernantes que elegimos algún día. De todas maneras BIENVENIDA SEA LA PAZ; en términos generales  es la querencia de un país  que sufre todos los días LOS RIGORES DE LA GUERRA.

Mayor General
EDUARDO SANTOS QUIÑONES

lunes, 15 de octubre de 2012



Autor: Marta Lucía Ramírez
Fuente: El Tiempo
Fecha: 14/10/2012


El acuerdo con las Farc no puede hacerse al costo de doblegar a las instituciones, ni de quebrantar el Estado de Derecho.
El debate sobre lo que sucederá en Oslo y la campaña mediática por todo el país con conversatorios sobre la paz no pueden dejar que perdamos el norte la opinión nacional ni la internacional.
Todos los colombianos queremos la paz, estamos dispuestos a trabajar por ella y a hacer sacrificios para que las generaciones que nos relevarán puedan vivir en un país pacífico. Pero nuestra disposición no puede confundirse con ingenuidad e indolencia, ni con tolerancia de lo inaceptable.
Queremos y creemos en el trabajo para garantizar una paz verdadera y permanente. No en victorias cortoplacistas, a pesar de aplausos y adulación mediática e internacional. Un acuerdo que doblegue a la nación y mancille el alma colombiana, o que someta a la institucionalidad, generaría nuevos ciclos de violencia e inseguridad.
El acuerdo con las Farc no puede hacerse al costo de doblegar a las instituciones, ni de quebrantar el Estado de Derecho y el anhelo de los colombianos de conocer la verdad, lograr justicia, reparación, respeto por el DIH y garantía de no repetición.
Entendemos que el proceso debe llevar a la negociación de compromisos para el objetivo de la paz entre las Farc y la sociedad. Sabemos que sería una utopía lograr de entrada el desarme y desmovilización de combatientes ilegales, pero consideramos que un nuevo proceso, luego de tantas decepciones por intentos gubernamentales valientes y fallidos del pasado, debe permitir espacios de construcción de confianza para la sociedad colombiana. En el momento en que se sienten en Oslo el Gobierno y las Farc, deberían ofrecer a Colombia una cosecha temprana del proceso, garantizando unos mínimos, que no son de liberalidad, sino de elemental humanidad y compromiso con el Derecho Internacional Humanitario y los Derechos Humanos.
Los mínimos alcanzables para que nuestros ciudadanos ganen confianza en el proceso deberían ser:
* Inmediata suspensión del reclutamiento de menores para las filas de las Farc.
* Suspender acciones terroristas contra la población civil e infraestructura física que afectan sobre todo zonas rurales pobres. * Compromiso de suspender minado y utilización de armas no convencionales que mutilan y destrozan a los soldados y policías de Colombia, ya que los enfrentamientos militares continuarán mientras se desarrollan las negociaciones, y para lo cual deben contar con fuero militar.
* Compromiso de devolver a todos los secuestrados en su poder.
Estaremos con todos los colombianos atentos a que la negociación no traspase unas líneas rojas infranqueables así:
* El marco constitucional y las instituciones no están en negociación y tendrán el respeto de su integridad y legitimidad, derivadas del orden legal y del Estado de Derecho que nos rige.
* La integridad territorial y la soberanía nacional no están en discusión y no se aceptará ningún compromiso de adoptar otros modelos políticos ni económicos de la región.
* La soberanía del Estado y la legitimidad de su presencia en todo el territorio y en las fronteras colombianas no están en discusión.
* El acceso al poder político por miembros de Farc u otro actor del conflicto cumplirá al menos iguales requisitos que los que actualmente debe cumplir cualquier colombiano para acceder a cargos de elección popular.
* Las obligaciones internacionales de Colombia con el Tratado de Roma y el compromiso de rechazar crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra se preservarán en el proceso.
* Los miembros de la comunidad internacional que participan en el proceso y los que pudieran vincularse posteriormente acordarán con las partes indicadores de seguimiento y verificación internacional del cumplimiento de compromisos.
* Acabar el narcotráfico en el país será propósito de las partes.
A esa paz le apostamos.


viernes, 5 de octubre de 2012

LA JUSTICIA INJUSTA CONTRA LOS MILITARES EN COLOMBIA

Bogotá DC, octubre 3 de 2.012

PRONUNCIAMIENTO DEL CUERPO DE OFICIALES DE LA RESERVA ACTIVA DE LAS FF.MM. PERTENECIENTES A LA ASOCIACION COLOMBIANA DE OFICIALES EN RETIRO (ACORE) Y AL CUERPO DE GENERALES Y ALMIRANTES  (CGA).

Carta abierta a la opinión publica en relación con graves y preocupantes actuaciones de la Fiscalía General de la Nación en contra de miembros de las Fuerzas Militares.
 
Doctor Eduardo Montealegre Lineth                                                           
Fiscal General de la Nación
De todos es bien sabido que corresponde a la Fiscalía General de la Nación investigar los delitos cometidos por particulares y acusar a sus posibles infractores ante los juzgados y tribunales competentes.
Los delitos cometidos por militares en servicio activo que tengan relación con el servicio, siempre han sido de competencia exclusiva  de la Justicia Penal Militar.
Lamentablemente, un equivocado convenio de carácter administrativo suscrito en el año 2006, entre la Fiscalía y el Ministerio de Defensa, dejo sin  piso jurídico el Fuero Militar consagrado en la Constitución Nacional.
En el momento actual cursa una demanda de nulidad contra este irregular convenio ante el Consejo de Estado, por evidentes vicios de inconstitucionalidad.
Mientras tanto, el citado convenio le ha estado otorgando a la Fiscalía, la facultad de conocer unas conductas penales que constitucionalmente no le corresponden.
En estas circunstancias, y aprovechando la doble potestad que tiene para investigar y calificar estas conductas, ha venido ejerciendo durante los últimos seis años, una persistente y  extralimitada persecución contra quienes tiene la noble responsabilidad de defender y proteger nuestra soberanía e instituciones democráticas.
Esta injusta persecución, esta creando en nuestras tropas una perdida gradual y creciente de su voluntad de lucha para la defensa de este país, frente a la constante agresión  de las diferentes organizaciones terroristas y bandas criminales que afectan  el orden y la tranquilidad publica.
Los resultados obtenidos, no pueden ser más preocupantes y  desalentadores:
Tenemos  cerca de doce mil hombres fuera de combate por inexplicables decisiones judiciales. Más de tres mil encarcelados. Hay mas militares en las cárceles que miembros de las peligrosas organizaciones terroristas. No hay confianza en el sistema procesal que se les aplica. La ausencia de garantías los obliga a afirmar constantemente:…..“Somos investigados y  juzgados por el enemigo. No por el Estado.”. No se les tiene en cuenta el principio de presunción de inocencia. Con cualquier pretexto se les castiga por uso desproporcionado de la fuerza. Jueces y fiscales ignoran la realidad y las circunstancias propias del combate. En la gran mayoría de los casos, sus decisiones son abiertamente politizadas y carentes de sustento probatorio.
Independientemente de lo anterior, muchos de los que vienen  siendo investigados por la justicia ordinaria,  alegan también la comisión de varias irregularidades de tipo procesal. Estos son algunos de sus testimonios:
- Practica de diligencias sin presencia de los implicados o de sus abogados defensores.
- Habilidosos montajes con familiares de supuestas victimas o falsos testigos para acusar sobre la comisión de diferentes delitos.
- Obstaculización y uso de todo tipo de impedimentos para controvertir o contrainterrogar a falsos testigos.
- Ofrecimiento de distintos beneficios judiciales a los sindicados, bajo el compromiso de presentar testimonios que responsabilicen penalmente a sus comandantes en los diferentes niveles del mando.
- Amenazas de adelantar procesos por falso testimonio, en caso de llegarse a retractar por las acusaciones proferidas contra sus superiores.
- Utilización inescrupulosa y frecuente  de la figura legal de la supuesta “coautoría”, para vincular en un mismo proceso, a todos los integrantes de las  unidades militares que sean objeto de investigación.
- Considerar como tendencias homicidas y por consiguiente agravantes punibles, los cursos y especializaciones de combate o condecoraciones por servicios distinguidos en orden público, que hayan obtenido los implicados.
- Violación  del fuero carcelario y la aplicación  inmediata de medidas de aseguramiento sustentadas con falsos argumentos.
- Utilización sistemática de los medios de comunicación para producir condenas apriori ante la opinión pública, con flagrante violación de la reserva del sumario.
Para completar este cuadro de irregularidades cometidas de manera constante contra  militares, distintos  pronunciamientos formulados ante los medios de comunicación,  dejan la preocupante impresión de estarse favoreciendo, quizás  sin querer, a quienes se encuentran en la orilla opuesta de estos defensores de la patria.
Veamos algunos de estos pronunciamientos:
- Los pobres resultados en los procesos relacionados con los llamados “falsos positivos”, han obligado a la fiscalía a la conformación de un gran  equipo de investigadores y de  diferentes especialistas, bajo la orientación del  ex juez español Baltazar Garzón,  para revisar  prioritariamente todas  las denuncias existentes sobre estos casos y también con las que tiene que ver con el exterminio de la Unión Patriótica.
- Estas investigaciones no se harían como casos individuales o aislados, sino como “delitos de sistema”para garantizar mejores resultados y comprometer mas fácilmente al Estado en el pago de millonarias indemnizaciones.
- La recuperación del Fuero Militar, generaría la excarcelación masiva de militares por la pérdida de competencia en cerca de cuatro mil casos que investiga la Fiscalía. De ocurrir esto, no se haría entrega a la Justicia Penal Militar, de muchos de los procesos relacionados con violación de derechos humanos. La única salida ante esta situación, seria la justicia civil, para evitar la impunidad y la eventual intervención de la Corte Penal Internacional.
- La Fiscalía será objeto de una importante reingeniería, particularmente en las unidades de Derechos Humanos y de Justicia y Paz.
- Sobré el caso de las intervenciones de la ex senadora Piedad Córdoba en el Departamento del Cauca y sus actuaciones registradas en un video hecho publico, en el cual  acusa falsamente al Ejercito del asesinato de un indígena con uso de explosivos o minas "quiebra patas", incita a la desobediencia civil o la asonada, manifiesta la necesidad de “ tumbar” al Presidente de la Republica y sacar por la fuerza a los militares de sus Bases, la Fiscalía  anuncio que estudiaría la posibilidad de abrir una investigación, únicamente en casó de encontrar merito para ello. Sin embargo, al referirse a unos correos electrónicos cruzados desprevenidamente a través de la red de internet entre varios oficiales de la reserva, donde consideraban la necesidad de remplazar al primer mandatario por promesas incumplidas, anuncio exhaustivas y rápidas investigaciones porque en este caso, si había una  clara  violación del orden legal.
Como se puede apreciar, el contenido de estos pronunciamientos, constituyen sin lugar a dudas, unos claros mensajes en los cuales, ademas  de manera  alarmista, se aprecia una evidente hostilidad contra los militares y una gran prevención respecto a sus actuaciones.

Su posición frente a la recuperación del Fuero y la competencia que le corresponde a la Justicia Penal Militar, es totalmente adversa.
Sus sesgadas y favorables posiciones frente a las actuaciones de algunos personajes de la izquierda radical, también se hace muy evidente.
Por principios elementales  de igualdad, y en razón al importante cargo que desempeña, debería igualmente pronunciarse  respecto a las conductas delictivas de los  grupos armados terroristas y sus organizaciones de apoyo y anunciar fuertes medidas de carácter procesal para investigarlos, ojala con la misma drasticidad con que se hace para con los militares. Los procesos adelantados por la llamada FARC-POLÍTICA, no son objeto del mismo tratamiento. Los asesinatos de los Generales Landazábal, Quiñones y Ramirez Sendoya, han quedado en la total impunidad. ¿Serán declarados     como crímenes de lesa humanidad para evitar su prescripción?
Señor Fiscal: para terminar, queremos ser enfáticos en afirmar, que bajo ninguna circunstancia, se esta pidiendo impunidad. Lo que aquí se exige, no es otra cosa que  justicia, reparación y verdad.
 
Con toda atención,
 
 
 
General Héctor F. Velasco Ch.             Brigadier General Jaime Ruiz Barrera
         Presidente CGA                      Presidente Nacional de ACORE

miércoles, 3 de octubre de 2012

El proceso de paz en Colombia 2012

Ya llegó la hora

Autor: Fernando Londoño Hoyos
Fuente: La Patria
Fecha: 02/10/2012

Nos vamos todos para Oslo. Algunos han hecho la maleta de buen grado, otros la llevan llena de intenciones pérfidas, aunque habrá de decirse para su descargo que nada encubiertas, y a unos cuantos, que por casualidad formamos la inmensa mayoría de colombianos, nos tienen en el barco con nada de entusiasmo, sin nuestra anuencia y muy sabedores de lo que será el fin de la novela. Mas nada importa. El mundo entero saluda con cañonazos de entusiasmo a estos exploradores de la paz.

No se han tomado la primera foto, y después de ríos de tinta y babas empiezan a notarse las fisuras, las dudas, las molestias, y la toma de precauciones. Nada nuevo encontrará en estas líneas, caro lector. Solo aspiramos en ellas a unir verdades conocidas de modo que su engarce permita ver el collar completo.

Le habrá llamado su atención que los expedicionarios no se hayan hecho a la vela sin buscar los culpables del naufragio. Cuántos hemos cometido la irreverencia de recordar que cosas parecidas, realmente idénticas se han hecho muchas veces, y que siempre, después de inmensos costos terminaron en estruendosos fracasos, hemos sido condenados como enemigos de la paz. Lo que significa que el fracaso previsible ya tiene culpables. Que es mucho tener. Porque semejantes locuras sin responsabilidad propia, sino ajena, representan mucha ganancia para el que las hace.

Si algo malo pasa, ya tenemos el consuelo de que será sin costo. Lo que significa que el paseo será gratis. Y al fin y al cabo un puñado de billetes, cuando tenemos tantos, son muy poca cosa para semejante espectáculo tan lindo, tan animado, tan aplaudido. Por supuesto que el presidente no lo dice porque sí. Es porque vale la pena aquello de curarse en salud.

Los hombres de las Farc siguen en lo suyo. Vale decir que en aquella cómoda posición de recibir mucho a cambio de nada y declarar, ante los suyos, que van por la victoria; y ante los demás, el Gobierno y los tontarrones de sus gobernados, que no se trata de hacer paces, sino de cambiar el país. Para amoldarlo, bien se sabe, a su evangelio marxista leninista.

"El Médico" ya advirtió que para que la cosa valga la pena, supondrá siquiera cinco reformas agrarias. Ellos, tan amantes del campo, quieren, en primer lugar, sus tierritas. Que nadie se las toque. Y en segundo lugar las tierritas de los demás. La cuestión estaba clara desde el documento de La Habana, que quedó tan mal redactado, como entreguista y claudicante. ¿Quién podría llamarse a engaño?

También le dijeron al presidente que si quiere hablar de paz será al precio de sus Tratados de Libre Comercio. Vaya incomodidad. Esas declaraciones salen cuando en Nueva York el presidente hablaba de uno nuevo, con el Japón. Es que son impertinentes esos chicos de la guerrilla.

De cárcel para estos secuestradores, asesinos, terroristas, reclutadores de niños, violadores de niñas y mujeres, sembradores de minas, asaltantes de pueblos, ni hablar. Ya el presidente le dijo a la CNN que no pretendía ponerlos de rodillas ni obligarlos a entregar las armas y apuntarse a unos años de cárcel. Y lo dijo exactamente cuando un mamertazo internacional, un tal Fisas, nos decía que paz sin indulto no conjuga. Lo que significa indispensable una "salida política" al conflicto, que es en lo que las Farc insisten hace 50 años. Salida que es la más de sencilla. Porque se trata, solo, de entregarles el poder. Sería el colmo que no quisiéramos una dictadura de proletariado, después de ver lo bien que la han pasado los cubanos y ahora los venezolanos soportando las suyas.

Santos sabe que no le vamos a tolerar estas insensateces, estos abusos, estas cobardías. Este es un pueblo libre, que no aceptará cadenas. Ni porque traigan la bendición de De La Calle, de Sergio Jaramillo y del doctor Eder. Nos tememos que hasta Luis Carlos Villegas, y sin duda el general Mora se bajarán oportunamente de ese bus. Primera escala en Oslo. Segunda, en La Habana. La tercera, tal vez en los infiernos. ¿No lo cree, lector amable?