¿Por qué al Ejército? ¿Por qué ahora?
Por
Fernando Londoño H.
Periódico
Debate, Bogotá
17 de
febrero de 2014
Nadie
se atrevería a poner en duda que la Revista Semana es la voz del Presidente
Santos, más confiable para él que el diario El Tiempo. La Revista es de
propiedad de Felipe López, uno de los dos personajes que Santos denunció como
sus amigos del alma, y por si fuera poco, el Director es su sobrino
Alejandro, hijo de su hermano Enrique, el que le cuadró a los Castro, a Chávez
y a las FARC para los diálogos de La Habana.
Establecido
ese principio, nadie dudaría que la paliza que desde Semana se le está dando al
Ejército viene dirigida desde la Casa de Nariño, porque le conviene a la Casa
de Nariño para estas próximas elecciones. Un equipo encabezado por el
venezolano J.J. Rendón es capaz de cualquier cosa. Maquiavelismo puro. O si
quieren, fascismo sin ambages.
El
Ejército es la más amada de nuestras instituciones. Cualquiera encuesta, hecha
por tirios o por troyanos, coincide en ello. Pues hay que arrastrarla por el
piso y quitarle ese puesto de honor en el corazón de los colombianos. Y ello
por una razón tan simple como poderosa: las FARC no firman papel alguno que no
contenga la ruina parcial o total del Ejército. Los pueblos sufren las guerras.
Pero las ganan o las pierden sus ejércitos.
A
Santos le importa un bledo preservar o sacrificar el Ejército. Para un
oportunista de su clase ese es asunto menor, cuando tiene en juego su porvenir
político y su puesto ante la Historia, lo único que de verdad le importa. Así
que adelante, manos a la obra, y la obra se puso en marcha.
Los
ataques recientes al Ejército se inician cuando un periodista de Semana cuenta
haber sido víctima de un atentado que le hicieron gentes muy malas y de pésima
puntería en las cercanías de Tolemaida. Adoba su denuncia con el ataque
implacable que esa revista le había organizado al propio Ejército por las
supuestas delicias que para los militares presos significaba el paraíso
carcelario que precisamente en Tolemaida les tenían organizado.
Pero
no bastó. Esos ataques no valieron un rasguño para la imagen soberbia del
Ejército. Era menester algo mucho más duro. Y llegó.
Nadie
ha podido explicar cómo se descubrió la fachada de Inteligencia Militar montada
en el barrio Galerías de Bogotá. Solo lo sabe la Revista Semana. La Inspección
del Ejército se queja de la baja eficiencia de contrainteligencia militar que
permitió que fuera descubierta. Pues el Presidente, desde el primer minuto del
primer día, la emprendió contra el Ejército, dándole pleno crédito a Semana.
Pues no le valió. Ni la fachada era ilegal, ni hay constancia de que fuera
centro de interceptaciones ilegales. Menudo fiasco para Santos.
Pues
cuando se le viene encima el escaparate, Semana le tiende otra malla
protectora, a saber, la corrupción del Ejército. Nadie ha dicho quién
interceptó las comunicaciones reveladas. Los cuentos no cuadran. Y nadie ha
explicado cómo son los militares presos los que manejan los contratos con los
militares activos. Pero no importa. Para eso está Semana. Para seguir
sosteniendo cualquier infundio y para cavar la fosa moral del Ejército. Las FARC
respiran tranquilas. El Ejército no vale una higa y pueden ganar la guerra de
La Habana. Y Santos tendrá un papel con el que aspire a reelegirse. Y como
dicen los cuentos al final, colorín colorado.
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