jueves, 24 de diciembre de 2009

LA OPINION DEL DIA

Independientemente de la posicion ideologica del autor, consideramos que este escrito es aplicable a la Campana del Movimiento Fuerzas de la Union X mi pais, especialmente para dar respuesta a las inquietudes de algunos valiosos precandidatos al Senado y a la Camara de Representantes, que se ven limitados en sus aspiraciones por falta de plata para la Campana...Javier Arias Vivas.
¿Cuánto cuesta una campaña política, cuanto cuesta la dignidad?


Por: AGUSTIN ANGARITA LEZAMA*

Las campañas electorales están calientes. Y al ver su discurrir surgen en muchas personas interrogantes como ¿Es imposible hacer política de manera limpia? ¿La política es sinónimo de corrupción, trampa y engaño? ¿Sólo pueden hacer política los que tienen plata y la tienen disponible para gastarla a manos llenas y así llegar al poder? ¿Es cierto que una campaña a la cámara de representantes cuesta más de 500 millones de pesos y una al senado más de mil millones?
Si las respuestas a las anteriores preguntas son afirmativas, emergen otras preguntas. ¿Para que sirve la preparación intelectual y académica si lo que importa son las chequeras? ¿Es moralmente válido que el dinero sea el que guíe a la política y no los intereses colectivos y sociales? ¿Con la plata se convence o se compra una elección? ¿Los pobres están condenados a ser siempre dirigidos o deben vender su alma al mejor postor para tener con qué dirigir y hacer política? ¿Tiene precio la dignidad?
Estoy seguro que los llamados “zorros” de la política, estarán diciendo que así es que se hace la política, que así se ha hecho y que así se hará siempre. Que no hay otra manera y que es un loco o loca de remate quien ose intentar romper este rígido esquema. Pienso que ya se han acumulado muchas experiencias que demuestran que si es posible hacer política de manera distinta.
Lo primero que hay que tener clara es la convicción que si se puede hacer política de forma limpia, sin acudir a la corrupción y a la mentira. Y digo convicción porque este es un principio inamovible. También, desde el principio, hay que tener una idea clara de lo que se quiere hacer desde el poder para servicio y beneficio de los electores. Hay que organizar un equipo humano animoso, alegre, comprometido, que entienda a cabalidad lo que se quiere. Establecer unas agendas disciplinadas donde se respete tanto el tiempo de los demás como el del candidato a candidata y trabajar con esmero.
La política es el arte de convencer, no se engañar. Sólo convence quien posee un discurso claro, coherente, aterrizado, realizable y bien presentado. Un buen político se comunica eficazmente con sus electores, establece puentes de relación firmes que se fortalecen con el tiempo. Un mensaje con contenido y bien expresado llega a todos los corazones y mueve al convencimiento. No se necesita ser histriónico, sólo ser claro y coherente. Cuando se mira fijamente a los ojos y se habla desde el alma, se establecen lazos de responsabilidad, compromiso y afecto. Se habla de dignidad a dignidad.
El que compra electores está pagando por adelantado su irresponsabilidad. Él no está dispuesto a cumplir ninguna promesa, sabe que si ya pagó por un voto, nada debe, por lo tanto no asume ninguna responsabilidad. Es simpático que esta clase de políticos (que unos los llaman politiqueros) posan de creyentes en las leyes de Dios, sin embargo se les olvida el octavo mandato que prohíbe mentir.
La corrupción es la peor cizaña que se carcome las instituciones, las relaciones sociales y la vida en comunidad. Puede parecer tonto, pero la mejor manera de combatir la corrupción es votar por personas idóneas y honestas. Pero no que digan y pregonen ser honestas, sino que lo sean. No todos los políticos son deshonestos e ineptos, pero la mayoría si.
Si todos nos comportamos como tramposos, si caemos en la ignominia e indiferencia, no tenemos derecho a quejarnos de las dificultades que nos toque sufrir, porque habremos sido cómplices y alcahuetas de los politiqueros. Esta Colombia que tanto amamos, requiere un cambio, en serio y en grande. No todo está perdido. Podemos recomponer el rumbo. En nuestras manos está la oportunidad. Depende de nosotros, de asumir que nuestra dignidad no tiene precio y que la honradez y la decencia deben ganar y gobernar.


* Médico director del Observatorio de paz y derechos humanos de la Universidad del Tolima

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