LOS DELINCUENTES
DE LAS RAMAS ESTATALES
/ Feb.28/ Oscar
Alberto Díaz García/Diario del Otún.
Los poderes del estado no delinquen,
pero si sus funcionarios y empleados. Aunque desde el punto de vista del
marxismo-leninismo, nuestro estado de derecho es delincuente; por ahí empezó la
historia de la revolución de Octubre y la ejecución del Zar. Dentro de la rama judicial, pareciera existir
una competencia para saber quien prevarica más,
y quien se pone a la cabeza impunemente, dado que tal como reza el adagio popular, “el alcalde no tiene quien lo ronde”. Con estos padres de la patria cuyo inmenso
rabo de paja les impide la tarea de investigar altos funcionarios, la comisión de acusaciones de la cámara es un
ente de adorno. Entre tanto, la Judicatura, el consejo superior, por ejemplo,
prevarica.
Y a sus miembros los escoge el congreso de la Republica, siendo esta
la causa, el origen de todos los males que nos aquejan. Traigo un par de
ejemplos para ilustrar mi opinión al respecto. La semana anterior, el famoso
Consejo Superior de la Judicatura, decidió indagar e investigar a los abogados
escogidos para defender al Estado ante
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, porque según su criterio el estado
colombiano ya la perdió ante esos estrados. Se olvidan los tales magistrados,
que para el caso del Palacio de Justicia la ultima palabra la tiene la corte suprema, tribunal ante el cual apeló la defensa del coronel Plazas Vega, y la misma Procuraduría General de la Nación
intervino pidiendo aceptaran el recurso de casación; La Corte Suprema hubo de aceptarlo, y de hecho
eso significa que el coronel Plazas aun
puede ser absuelto. Muy a pesar de la izquierda progresista, de
medios de comunicación enemigos de los militares, y de las ONG que se lucran con cada demanda que le ganan a
Colombia.
Estas organizaciones que
siguen los lineamientos del antiguo M19,
y que recibieron la herencia de Pablo Escobar, contubernio responsable
del desastre del Palacio de Justicia, pretenden probar que nuestro ejército es
una organización criminal, para alegría de la CIDH. Si el Estado colombiano admite
responsabilidades delictivas, deben sus funcionarios explicarle al pueblo
soberano los términos precisos en que admite esas responsabilidades, porque una
cosa es aceptar que en actos relacionados con el servicio y en determinadas
circunstancias un miembro de la fuerza pública cometa delitos, y en
consecuencia el estado deba resarcir a las víctimas y sus familias por daños
morales y materiales, y otra muy distinta aceptar que es política del estado
eliminar a sus contradictores.
El Consejo Superior de la Judicatura asume que en lo del Palacio hubo desapariciones, que iniciando eran por decenas, para después
bajarle a once; hoy hablan de dos. Y
para ellos eso significa que hubo una
política de estado que orquestó
el crimen. Crimen que sigue en veremos por probar del todo, pues la última
instancia aun no se ha fallado. Alfredo Rangel en reciente artículo de la
revista Semana, sostiene que “la responsabilidad individual sobre esos dos
presuntos desaparecidos hay que esclarecerla, pero de hecho de dos desaparecidos aun fuese cierto, no se
puede derivar que hubo una política criminal del mismo Estado” Afirma a renglón seguido que la CIDH, de
orientación netamente comunista, ha producido fallos contraevidentes tales como
el caso del bombardeo en Santo Domingo,
y el de Mapiripan, condenando a Colombia de forma aberrante. En Santodomingo
las pruebas demuestran de sobra que los autores de la explosión mortal fueron
las Farc, pero ellos lo desconocieron olímpicamente; en Mapiripan, falsas
victimas arrepentidas, reconocen haber sido inducidos de frente por un
colectivo de abogados de ingrata recordación.
Si esa corte es así, no tiene
arreglo, y hoy la preocupación debería ser más bien en el sentido de si nos conviene y corresponde seguir
reconociendo su legitimidad. Agrega
Rangel que “hay países que no reconocen la tal corte, los Estados Unidos,
Jamaica, Grenada y Canadá la desconocen,
y otros como Venezuela Brasil y México a veces desconocen sus fallos; ellos no
viven del qué dirán.” Nosotros ente
tanto, de manera pusilánime, le comemos
cuento a las mentiras que orquesta la izquierda retrograda resucitada desde
Cuba, impulsada desde Venezuela, y aceptada por los tres poderes vendidos, con
el eco de ciertos grandes medios de comunicación. Ya se nos olvidó el despojo
de la otra corte, con lo de San Andrés.