sábado, 10 de noviembre de 2007

El camino de una injusticia

Transcribimos a continuación el artículo del Señor general Valencia Tovar, publicado en el priódico El Tiempo, donde el destacado pensador militar expone sus claros argumentos para denunciar las injustas aseveraciones que la Comisión de la Verdad hace en contra del heróico Ejercito Nacional:

CLEPSIDRA
Del desconcierto al estupor
Álvaro Valencia Tovar. Columnista de EL TIEMPO.

Palacio de Justicia: ¿peores los soldados del rescate que los terroristas?

El 24 de noviembre de 2006, bajo el título 'Metamorfosis de una nación', escribí en esta columna cómo la opinión pública que respaldó el rescate del Palacio de Justicia ocupado a sangre y fuego por un grupo de terroristas fanáticos, evolucionó hacia una actitud condenatoria hacia el mismo Ejército que aplaudió al regreso a sus cuarteles de las tropas que habían cumplido su deber. Un año más tarde, el 6 de este mes, un acto celebrado frente al reconstruido Palacio, se escenificó lo que si no fuera porque la serenidad gobierna mis escritos públicos me habría causado indignación.
Grandes pancartas con los retratos del presidente Betancur, la línea de mando de las Fuerzas Militares y personajes del gobierno de entonces parecían reeditar el muro de la infamia donde los rostros de violadores de niños se exponen a la vindicta pública. No así, en elocuente contraste, las imágenes de quienes ordenaron la toma brutal de la Casa de los Jueces para instaurar allí un juicio al Presidente de la República que puso en libertad al M-19, sentenciado por crímenes que desbordaron el delito político de rebelión para caer en "ejecuciones" fuera de combate y acciones terroristas con atropello del Derecho de Gentes. ¿O es que ya la frágil memoria colectiva olvidó a José Raquel Mercado, el sindicalista asesinado, y a Gloria Lara, cuyo cadáver se arrojó a la calle como el de un perro, en doloroso estado de postración y reducida a un guiñapo humano?
Pero si el espectáculo en sí mismo producía desconcierto, las palabras del presidente de la Corte Suprema de Justicia condujeron al estupor. Y a la indignación reprimida. Difícil entender que la cabeza del máximo tribunal de justicia, a cuya última instancia deberán ascender los procesos en curso contra quienes se señalan como culpables sin haber cumplido el debido proceso, pudiera referirse al rescate de la casa que él ahora gobierna en términos tan ofensivos como los que empleó, en lo que debería ser conmemoración luctuosa del sacrificio de vidas inocentes y de insignes magistrados.
"... la guerrilla del M-19, en asocio de las organizaciones criminales del narcotráfico, incursionó violentamente en el templo (...) dicho acto insensato, aleve y delincuencial, a todas luces reprochable, vino a ser repelido por otro inexplicablemente aún más demencial, cruento y precipitado mediante el cual la fuerza pública, movida por los argumentos más deleznables, terminaron (sic) por quebrantar los pilares fundamentales del Estado de Derecho al protagonizar una operación irracional y desmedida, que de ningún modo veló por preservar la integridad de los rehenes".
Ya la Comisión de la Verdad había calificado de ilegítima la acción de la Fuerza Pública. ¿Ilícito ejecutar la voluntad del Presidente, su jefe supremo según la Constitución vigente para la época? Ahora, los calificativos empleados con una desmesura, esta sí inexplicable en quien preside el máximo tribunal de la justicia colombiana, añade que el rescate del Palacio y de más de dos centenares de personas que el Ejército logró poner a salvo, fue "imprudente, demencial, cruento y precipitado, en operación irracional y desmedida, con los argumentos más deleznables". Como quien dice, peores los soldados del rescate que los terroristas.
Pasa por alto el ilustre magistrado, que el doctor Carlos Martínez Sáenz, director del voluntariado de la Cruz Roja, cuyos distintivos portaba, fue recibido con fuego violento de los terroristas cuando quiso ejercer su función humanitaria en las primeras instancias del combate. De sus palabras se infiere que los magistrados perecieron a manos de la Fuerza Pública, cuando según la investigación adelantada a raíz del feroz asalto fueron ultimados por los guerrilleros del M-19 cuando vieron perdida la batalla, y el Ejército aún no había ascendido al piso que ellos ocupaban. ¿Es esta una lección de historia real, narrada en terminología propia del presidente de una Corte Suprema de Justicia, que habrá de dirimir el recurso de casación?
alvatov2@yahoo.com
Álvaro Valencia Tovar

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