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EL PRESIDENTE URIBE Y LOS MILITARES
Por: Centro Colombiano de Pensamiento Político-Militar
Cuando el Presidente Uribe asumió el poder el 07 de agosto de 2002, lo hizo en medio de la euforia y optimismo, era el resultado del discurso y programa político anhelado en su momento por el sentimiento nacional, opuesto al fracaso del Presidente Pastrana que terminaba su periodo, perpetuado en la memoria de los Colombianos por la vida fácil, la ingenuidad, la apariencia y la absurda obsesión por la paz que terminó con la entrega moral y física, en medio del descrédito y el rechazo nacional.
Al asumir el gobierno, el Presidente URIBE, donde más euforia y respaldo generó fue entre los militares, por su identidad, voluntad y compromiso político para enfrentar el conflicto, por su respaldo institucional y porque se presentaba como el líder que durante mucho tiempo las Fuerzas Militares esperaron al frente del Estado. Muy temprano las cosas cambiaron. El poder, su actitud mesiánica y un liderazgo carismático bien explotado lo llevó a actuar como Comandante de unidades militares hasta del más bajo nivel, impartiendo ordenes directamente, pidiendo explicaciones a Comandantes subalternos, violando las más elementales reglas del conducto regular norma y tradición fundamental de la milicia, desconociendo y deslegitimando Comandantes, generando desconcierto e inconformidad al interior del mando militar, circunstancia que por el respeto que tradicionalmente los militares colombianos han profesado por su Presidente fue imperceptible para el ciudadano del común, todo esto, empleando un discurso meloso y zalamero lleno de “flores” para con la tropa, pero con la habilidad del político que en momentos de dificultad y de asumir responsabilidades la abandona en medio de la contienda.
Durante los ocho años de gobierno del Presidente Uribe es imposible desconocer los logros de la política en el desarrollo de la guerra, fueron muchos y muy importantes los éxitos en el campo de combate mediante la ejecución de operaciones militares de gran habilidad, riesgo e inteligencia. Se produjo la desmovilización de las autodefensas, el repliegue de las Farc, la pérdida de terroristas por las bajas en combate, su captura, entrega o desmovilización voluntaria; indiscutible es, que durante el gobierno del Presidente Uribe la situación del conflicto colombiano cambió completamente a favor del Estado y este balance de carácter militar es lo que más satisfacción y reconocimiento produjo en el pueblo colombiano.
Pero la gran paradoja entre los logros del gobierno en el campo militar y lo sucedido con la institución y sus miembros, estuvo en la manipulación política del conflicto, la imposición de intereses exógenos a los institucionales, el desamparo o abandono por parte del gobernante para con nuestros combatientes y la habilidad para eludir la responsabilidad política de las acusaciones contra los militares.
Estas graves circunstancias producto de las actitudes, acciones y decisiones del Presidente Uribe pasarán a la historia institucional como la gran desilusión con un Presidente que manifestaba el mayor afecto hacia las Fuerzas Militares pero que terminó siendo objeto del desencanto más profundo en el alma de nuestros comandantes y soldados, por su habilidad para mostrarse transparente, puro, respetuoso y simultáneamente consentir la desconfianza y la culpa hacia la institución y sus hombres.
La Justicia Penal Militar tal vez fue el objetivo que el Presidente encontró como el más rentable para sus intereses políticos. El Ministro de la Defensa Camilo Ospina en documento firmado con el Fiscal General y contrariando la norma Constitucional pero con el aval Presidencial determinó acabar con la Justicia Penal Militar. Más tarde cuando el Consejo de Estado se pronunció suspendiendo lo acordado en el funesto documento, otro de sus Ministros de Defensa interpuso recurso, una vez más con el aval del Presidente como el propio Ministro lo manifestó en la Escuela Superior de Guerra. El Presidente Uribe en su visita y discurso ante la Corte en Costa Rica, Tribunal Internacional que no se preocupa por ocultar su identidad política de izquierda, donde todas las acusaciones contra la institución militar que llegan a sus manos, de hecho son condenas sin oír ni vencer al acusado, les entregó el inesperado trofeo al expresar en referencia a la Justicia Penal Militar “…Inclusive creo que en un momento hay que llegar a eliminarla…”, sorprendiendo a los propios Magistrados que no esperaban tamaño regalo en palabras del mismo Presidente.
Pero lo que nunca esperaban los militares de su Comandante en Jefe, es su indiferencia, tratamiento despectivo y negado compromiso político por la defensa institucional y de sus integrantes ante hechos o acusaciones de organismos nacionales e internacionales en desarrollo de la muy bien orquestada guerra jurídica. Su condena anticipada al Ejercito y nuestros hombres en el lamentable y hábil montaje del caso de JAMUNDI, la destitución de 27 miembros del Ejército en uno de los casos de mayor injusticia, episodio que se prestó para la traición y deslealtad con el Comandante del Ejército por parte de su indecoroso superior y compañero de profesión, el aberrante caso del palacio de justicia, los montajes de testigos falsos, manipulación de pruebas y desconocimientos de las más elementales normas jurídicas por parte del aflautado y siniestro fiscal impuesto por el Presidente Uribe, la descalificación a un alto mando del Ejército que desde el exterior en reunión de Jefes de Estado hizo el Presidente Uribe. Si el Presidente tenía alguna información o duda, destituya al General y ordene la respectiva investigación, pero prefirió poner a su ejército en el desprestigio internacional para mostrarse como el jefe político exigente, víctima de militares corruptos. Finalizando su gobierno y en calculada decisión de la más pura politiquería le permitió al Comandante Militar de más alta jerarquía colocarse insignias de un nuevo y superior grado sin respaldo legal; autorización que ofendió la moral, la ética y los valores institucionales.
La experiencia de los militares con los políticos es una historia de nunca terminar. Desafortunadamente todas con saldo negativo para el Soldado. Ingenuamente creímos que las circunstancias serian diferentes con el Presidente Uribe, pero que gran desilusión, el Presidente hizo honor a su condición de político de la más rancia estirpe, y la historia se repitió.
Rebuscando en los papeles de la vida institucional me encontré con uno relativamente reciente, que quiero traerlo en estos momentos de desencanto y desilusión con el Presidente Uribe, quien durante dos periodos disfrutó de los éxitos y logros del Soldado, pero que hoy en día cuando profundizamos en la memoria y el corazón de los combatientes, no lo encontramos en el pedestal que supuestamente debería estar.
El General JOSE JOAQUIN MATALLANA BERMÚDEZ (q.e.p.d) ilustre, valiente y renombrado militar de nuestro Ejército dirigió en su oportunidad una carta al doctor CARLOS LLERAS RESTREPO Presidente de la Republica, documento que refuerza la reflexión de estas cuartillas: “…pero su mayor empeño está en destacar el contraste que El presenta entre su sapiencia y mi ignorancia en temas que van de la historia constitucional hasta la cívica elemental. Con ello, El refleja exactamente el concepto que casi todos nuestros jefes políticos siempre han tenido de los militares a quienes exaltan en público mientras portan el uniforme y comandan las tropas, para luego ignorarlos si se suman en el anonimato o zaherirles cuando se atreven a ejercer públicamente su derecho a opinar...”
Bogotá D.C., Febrero 2011