miércoles, 24 de julio de 2013


Autor: Alfredo Rangel
Fuente: Boletín Debate Nacional
Fecha: 23/07/2013

En una decisión que ha sido alabada por casi todos como un gran logro, el Congreso acaba de darle el puntillazo final al fuero militar. En adelante, la Justicia Penal Militar solamente se encargará de juzgar al centinela que se duerme en la guardia, o al soldado que deserta de las filas. Todos los demás delitos cometidos en ejercicio de sus funciones militares serán investigados y juzgados por la justicia ordinaria, o sea, por jueces civiles. Justicia que no les ofrece ninguna garantía a los militares ni a los policías. Al contrario, es un terreno adverso y hostil.

Hay que decirlo hasta la saciedad. El fuero militar no es un privilegio, ni es sinónimo de impunidad. Es una garantía jurídica que tienen todos los ejércitos del mundo desde hace centenares de años –de hecho, desde los tiempos del Imperio romano– para ser juzgados por sus pares por los delitos que se comenten en la guerra o en desarrollo de operativos militares. Así lo tiene establecido la inmensa mayoría de los países democráticos del mundo.

Retomando una centenaria tradición nacional, así lo estableció en Colombia la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que en su artículo 221 señaló que todos los delitos cometidos por miembros de la fuerza pública en servicio activo y en desarrollo de sus funciones serían juzgados por tribunales castrenses, sin excepción alguna. Ahora la reforma del Congreso ha excluido del ámbito de la Justicia Penal Militar cerca de 18 delitos, casualmente los que se cometen con mayor frecuencia en desarrollo de operaciones militares.

Prácticamente ningún ejército del mundo tiene un fuero militar cuyo alcance sea tan limitado como el que tendrá ahora el Ejército colombiano. Y no creo que exista ningún caso a nivel internacional en el que se le limita tan radicalmente el fuero militar a un ejército en la mitad de una confrontación armada. El contentillo es que ahora la justicia militar va a ser más rápida y más eficiente para juzgar a los centinelas dormilones.
La reforma les quedó muy bonita para un país en absoluta paz, que no tuviera que enfrentar más de 60 frentes guerrilleros, bacrim muy poderosas y extendidas, sangrientas mafias del narcotráfico y múltiples expresiones del crimen organizado. Ideal para Suecia o Dinamarca. Catastrófico para Colombia. Y después se preguntan por qué será que nuestros mejores militares están saliéndose del Ejército y se están yendo para Arabia Saudita.

Es obvio: aquí si les va mal, los mata o los deja inválidos la guerrilla, pero si les va bien y son heroicos combatientes, los meten a la cárcel. Para ello es suficiente una acusación, un simple señalamiento de haber provocado desplazamiento forzoso de civiles durante un combate, o de haber maltratado a un prisionero en un interrogatorio, o que los familiares de un guerrillero muerto en combate digan que fue asesinado extrajudicialmente. Con eso basta.

El argumento de que la justicia ordinaria es más rápida, más justa y más efectiva es falaz. Basta observar el caso de los supuestos desaparecidos del Palacio de Justicia. Después de más de 20 años, todavía no ha sido absuelto ni condenado definitivamente el coronel Plazas Vega. Eso sí, en su juicio le han violado todos y cada uno de sus derechos procesales. Jamás se presumió su inocencia. Nunca pudo enfrentar al único (falso) testigo en que se basó su condena. Uno de los dos magistrados que lo condenaron fue candidato del Polo en el Huila. Al general Arias Cabrales lo condenaron sin una sola prueba en su contra, sólo por ser dizque “jefe de una organización criminal”, o sea, comandante del Ejército Nacional de Colombia. Las condecoraciones por orden público de los militares son consideradas por los jueces civiles indicios de un comportamiento criminal.

Y así se repiten por decenas los casos de militares y policías injustamente acusados, procesados, juzgados y condenados por una justicia ordinaria caracterizada por su fobia contra la fuerza pública. Es fácil constatar que durante décadas ha sido el Partido Comunista el que tiene las mayorías en Asonal Judicial, el sindicato que agrupa a jueces y fiscales.

El temor de ser involucrado injustamente en la justicia civil en un juicio eterno y sin garantías, que les arruina su carrera, su honor y su economía familiar, inhibe y desestimula a la fuerza pública para combatir con más denuedo a los criminales. Por eso, aprovechando ese desaliento, los criminales han incrementado sus acciones violentas en los últimos años. Las bacrim están fuera de control. Las guerrillas han multiplicado por cinco sus retenes ilegales y por 15 sus atentados contra la infraestructura económica nacional entre el 2010 y el 2013. La extorsión se generalizó. El narcotráfico ha vuelto a crecer.

Con la práctica supresión del fuero militar por el Congreso, algunas ONG de derechos humanos de clara orientación izquierdista pueden darse por satisfechas, aunque siempre querrán más. Las múltiples expresiones del mamertismo y todo su espectro de acólitos estarán de fiesta. Los medios, que ni se enteran, los acompañarán en el brindis de celebración. Pero la fuerza pública, en su callado y republicano silencio, sabe que le han dado un golpe certero. La opinión pública debería solidarizarse con ella.

jueves, 18 de julio de 2013

¿PARA DÓNDE VAN LA FARC?

Por: Plinio Apuleyo Mendoza
Fuente: Periódico El Tiempo
Fecha: 23 de Mayo de 2013


Si el Gobierno llegara a aceptar las condiciones que pretenden, las Farc tendrían abierto el camino del poder a la manera patentada por Chávez.

Sí, ¿para dónde van? El Gobierno cree saberlo. Y muchos colombianos, detrás de él, piensan que las Farc, severamente golpeadas, pueden aceptar el fin del conflicto armado si son eximidas de castigos penales y si tienen opción de llegar al Congreso con sus ‘Timochenko’ e ‘Iván Márquez’ a la cabeza.

Se trata, creo yo, de una ilusión engañosa. Las Farc van mucho más lejos. Desde hace algunos años, y por inspiración de ‘Alfonso Cano’, se han trazado una exitosa estrategia política que compensa de sobra los golpes sufridos por ellas en el campo militar. El punto de partida de esta estrategia fue su llamado Plan Renacer. Descarta la toma del poder por la vía de las armas para sustituirla por otra, secreta y más eficaz, que es la captura del Estado, lograda en el continente por movimientos de su mismo perfil ideológico ligados al socialismo del siglo XXI.

El papel fundamental de esta estrategia no gravita ya para las Farc en su aparato armado, sino en estructuras políticas clandestinas como el PC3 y el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia (MB), transformado ahora en la Marcha Patriótica. No olvidemos que estos sigilosos brazos políticos les han permitido a las Farc una hábil infiltración en el Poder Judicial, los sindicatos, las universidades y las comunidades indígenas. Peligrosa realidad ignorada por la opinión pública y hasta por el propio gobierno.

Ahora bien, el punto culminante de esta nueva estrategia es precisamente el actual proceso de paz. En torno a él hay algo inquietante. Las fuerzas democráticas del país se encuentran divididas en un candente debate que no les permite ver las secretas cartas de las Farc. De un lado se ubican quienes consideran moral y legalmente imposible dar indulto y participación política a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Y del otro lado, el Gobierno y los partidos que lo apoyan, para quienes una justicia transicional (con extrañísimos subterfugios jurídicos capaces de eximir reales penas) es la única vía para poner fin al conflicto armado.

¿Se conformarían las Farc con el indulto y curules en el Congreso? No seamos ingenuos. Alfredo Rangel, en un cuidadoso estudio, muestra todas las estrategias que están aplicando las Farc en La Habana. Por una parte, pretenden modificar las estructuras de poder regional a través de un nuevo mapa productivo, con limitaciones a los TLC y a la explotación minera, y sobre todo con la creación de zonas de reserva campesina bajo su control. A tales iniciativas buscan darles soporte con los llamados foros temáticos y asambleas populares integradas por organizaciones bajo su influencia.

Finalmente, su más peligrosa petición, vista como culminación del proceso, sería una posible reducción de nuestras Fuerzas Armadas a tiempo que las Farc dejan en veremos la entrega de sus armas. Lo que buscan, pues, es en definitiva una fuerza igual a la del Estado.


Si el Gobierno llegara a aceptar tales condiciones, las Farc tendrían abierto el camino del poder a la manera patentada por Chávez. Con estos nuevos instrumentos en su mano, que fortalecerían su presencia en todas las regiones del país, tan solo les bastaría para lograr su máximo objetivo una coyuntura electoral favorable. Y, cuidado, pueden tenerla el próximo año. Si el candidato uribista es Pacho Santos (el de mayor opción en las encuestas internas), la pugna entre él y su primo Juan Manuel dejaría apático a un amplio sector de la opinión pública, circunstancia muy favorable para un candidato único de la izquierda. Y por tranquilizadora que fuera la imagen de este último, detrás suyo estarían todos los amigos de las Farc, además de los Maduro y los Castro. Sería para ellas un camino abierto hacia el socialismo del siglo XXI. Bonito fin del conflicto armado, ¿verdad?

martes, 16 de julio de 2013

Editorial   

EL FUSILAMIENTO PREVENTIVO EN COLOMBIA

Por: Centro Colombiano de Pensamiento Político-Militar

En la obra “Diccionario comentado del español actual en Colombia” de Ramiro Montoya o en la obra “Medellín en la memoria” de Ricardo Olano es fácil encontrar una frase, al parecer muy utilizada en nuestras guerras civiles: “Vayan fusilando mientras llega la orden” Pareciera que su vigencia sigue actual pero empleada en sentido figurado, ya no es quitando la vida sino arrebatando la libertad y derechos y solo aplicada a  los militares por operadores de justicia o disciplinarios, generalmente ignorantes del tema militar o simplemente sesgados política o ideológicamente.

Un claro ejemplo de ello es el texto aprobado en sesión plenaria del Senado del proyecto de ley 92 de 2012 en el que so pretexto de la aprobación o no  de ascensos militares y policiales en la jerarquía de oficiales Generales o de Insignia, se incluyó un tradicional y popular “mico”, aprobado a pupitrazo y sin conocimiento del grave e injusto contenido por los honorables senadores y que textualmente reza:

 “Articulo 12(nuevo) DEGRADACIÓN MILITAR Y POLICIAL. Crease la figura de la degradación militar y policial, la cual consistirá en una sanción impuesta por el Juez Penal Militar o Policial, el Juez ordinario o el operador Disciplinario cuando el investigado haya sido encontrado culpable por un delito o una falta disciplinaria.

La degradación producirá la disminución de la asignación salarial, privación del grado, insignias, distintivos, condecoraciones o medallas militares o policiales, además de las sanciones o penas principales impuestas. La degradación puede afectar a miembros activos o retirados.”

A todas luces esta injusta, oprobiosa e infame medida, constituye un fusilamiento preventivo  no solo del militar o policía, sino que también se ensaña con el entorno familiar;  es odiosa, peligrosa, abusiva, inequitativa y con peligrosos visos de venganza hacia lo militar o policial; es inconstitucional dado que en las funciones del senado consignadas en el articulo 173 numeral 2 solo se le faculta para “aprobar o improbar los ascensos militares que confiere el gobierno nacional” y no para degradar.

Cabría preguntar para efectos de equidad, si por ejemplo los congresistas condenados por parapolítica, los funcionarios condenados por corrupción o por cualquier sanción disciplinaria, también perderían sus pensiones, prerrogativas y condecoraciones que, al igual que a los miembros de la Fuerza Pública, de ser aprobada la ley de marras se aplicaría.

¿Por qué pasa esta ley de “agache”?, ¿Por qué el gobierno nacional a través del ministerio de Defensa no se ha pronunciado ni ha protestado?, ¿Será que esto tiene que ver con los diálogos de La Habana?

Es increíble que avanzado el siglo XXI todavía siga vigente la tenebrosa frase “Vayan fusilando mientras llega la orden”; que ironía, que el premio por defender la patria sea recibir el “fusilamiento preventivo”…